22/10/14

EL ACERTIJO DE AFRANIO



Hace varios años conocí a Afranio Parra Guzmán, lo escuche en un campamento escuela del M-19, en la formación de las milicias de la organización. El hombre me tramó de inmediato, a pesar de que uno a los 16 años se trama fácilmente, pero esto era diferente, porque en un momento de guerra y en un campamento escuela militar, se habló de todo menos de teoría bélica. Fue una conversación que definitivamente, me trazó un sendero de vida que aún hoy sigo recorriendo.



Afranio era un campesino del Líbano Tolima que habiendo llegado a Bogotá a estudiar economía en la Universidad Nacional, se encontró con la militancia comunista en la JUCO, donde se hizo amigo de Jaime Bateman Cayón, con quien luego militó en las FARC y más tarde junto con otros ex farianos y varios militantes de la ANAPO, fundó el M-19. Luego por avatares de esta guerra fratricida, fue asesinado en Bogotá unos meses antes de la desmovilización.



A Afranio le revestía ese halo de hombre sabio, curtido por la guerra pero impregnado de amor por todas las formas de vida. Me explicó en ese campamento del EME en Siloé (en plena zona urbana de Cali), como nada en el universo permanece impune, como cada cosa y cada hecho por milagroso que parezca, es parte de una misma fuerza, que si la entendemos la podemos movilizar y que el hecho de que no estemos capacitados para entender dichas fuerzas o de explicarlas, no hace que no existan.



Guerrero del cuarzo y del jaguar, dos elementos más allá de la simbología, mecanismos de fuerza y transparencia movilizadora de energía y pensamientos creadores de nuestros ancestros indígenas, negros y europeos, que constituyen esa amalgama de etnias, con las que cohabitamos el pedazo de tierra llamado Colombia.



El cuarzo y el colmillo del jaguar eran sus talismanes en esta lucha, que más allá de la lucha de clases explicada en numerosos tomos de la teoría marxista, es una lucha entre la vida y la muerte. La lucha eterna entre el bien y el mal.



Afranio nos explicaba en su lenguaje fluido, poético y motivador, como todos somos parte activa, co-creadores de nuestro universo permanentemente. Nos hacia entender como dichos conceptos están acordes a las nuevas concepciones de la física cuántica, basada en la Teoría de la Relatividad que Einstein planteara en la mitad del siglo XX, pero que los chamanes ya las habían descubierto hace miles de años. Nos repetía con gran énfasis que estamos en la era del cuarzo, una era de cambios que nos obliga a afanarnos a entender nuestra tarea en este planeta, antes que todo se pierda.



Que estábamos enfrentados a fuerzas poderosas, pero que por lo mismo debíamos, desde las entrañas de la tierra, organizar la fuerza capaz de enfrentar el caos, a la ignominia y rescatar por fin la dignidad.



“Soy el heredero de su fuerza nueva que luchará hasta más allá del límite de la vida para instaurar en nuestra patria americana la libertad, la justicia y la felicidad, pilares de lo que yo llamo el templo del jaguar”. Decía y sus ojos brillaban de entusiasmo ante un grupo de hombres y mujeres de las milicias Bolivarianas del M-19, las que tenían por símbolo un gallo de pelea, colorado pinto en acción de espolear a su oponente. Somos las hijas y los hijos del jaguar y debemos prepararnos para enfrentar las sombras, para mover lo que tiene que ser movido y restablecer el equilibrio, el bienestar de todos en el todo, por lo tanto no somos unos guerrilleros contra el Estado, somos guerreros de la vida.



Nos dejó claro como podíamos concebir algo en la mente, y como la voluntad lo mueve, como la voluntad colectiva trabaja hasta hacer realidad lo concebido, pero como es un hecho tan cotidiano no podemos percibirlo. Eso es en esencia la fe, nos repetía. Por eso la cadena de los afectos es una realidad, por eso la certeza del amor es nuestra consigna.



Que somos un puñado de hombres y mujeres que debíamos entender la esencia de nuestra lucha y entender la dicotomía insalvable, entre la América sajona, blanca, protestante e imperialista, y la América de múltiples orígenes, de creencias múltiples, de múltiples derroches y alegrías, además de propagar como semilla, nuestra condición libertaria. Por eso nos dictó como su consigna: ““el Guerrero Total”.  Una manera de acercarse, ya no al sentido economisista que existe en la política, sino al sentido de lo sagrado de la vida misma en su totalidad. Es más el reconocimiento de la especie con la naturaleza y su conexión vital con ella. Esta era que avanza fue llamada por Afranio “la Edad del Cuarzo y la Transparencia”.



Manifestaba en sus charlas y en sus escritos, incluida allí su poesía y sus canciones, que el deseo intenso de un individuo crea una fuerza movilizante, pero la acción de un grupo acompañado de un deseo intenso colectivo, es un vehiculo de fuerzas creadoras. Nos explicaba, mientras se empinaba en las puntas de los pies y movía sus manos para hacernos entender ese universo de ideas y de propósitos, que solo el Hombre Jaguar y la Mujer Jaguar, convertidos en sacerdotes y sacerdotisas del Templo del Jaguar, concientes de que estamos en una era que a simple vista parece ilusoria, pero que contiene en sí misma una religación plena con la tierra, pueden iniciar un retorno necesario con la vida en todas sus manifestaciones. Nos decía en ese tono conciliador de chamán como quienes estábamos en ese momento y en ese lugar,  habíamos escogido el camino para ser un mecanismo de atracción, un polo magnético, capaz de mover las entrañas del pueblo.



En esa escuela empezó mi verdadera búsqueda, que no está determinada por partidos políticos o líderes con razón o sin ella, mi búsqueda es como la de Afranio Parra: “resolver el acertijo que todo guerrero debe logar y es como perdurar para llegar a la meta que se propuso”.



Jorge Narváez Ceballos.