2/11/13

CONFESIÓN



          I




Anoche no pudo dormir de nuevo, su cuerpo hervía a pesar del frío, no sé qué hacer Padre. No sé qué hacer. 

A veces pienso que está drogado o lo que más miedo me da, que esté embrujado.


En ese cuerpo de hombre, cuando duerme se despierta un niño, un niño asustado que quiere alguien quien lo proteja, alguien que pueda defenderlo de la oscuridad. Sabe Padre, él llora por las noches, en sus sueños solloza, me abraza y se me apega con fuerza, siento como tiembla, como suda de miedo, entonces lo acaricio le beso su frente, lo arrullo en mis brazos, le tomo sus manos y lo abrigo…

Claro está que él siempre hierve Padre, hierve como un bebe afiebrado y entonces cuando estoy a punto de dormir grita y me muero de miedo Padre. De verdad que no sé qué hacer.

Creo que un día de estos no voy a aguantar más, ese hombre al que todos temen en la mañana, su escolta, la gente que él mira con tanto desprecio, sus jefes que tanto lo respetan; no saben lo frágil que es y por eso Padre, creo que él me tiene en esa casa. 

Tan linda mi casa, cierto Padre, tan linda con tantas cosas nuevas y hermosas, cualquier mujer estaría orgullosa. Pero yo no Padre, yo vivo con miedo, miedo a sus enemigos, miedo a sus amigos, miedo a él Padre.

A veces quisiera que no despertara, que se quedara allí en mis brazos, que no abriera más los ojos y al fin yo pudiera huir de esa casa tan linda, tan grande, tan lujosa; esa cárcel de la que solo puedo salir cuando vengo para acá o hacer las compras, siempre acompañada, siempre custodiada Padre. De verdad que no sé qué hacer.

II

Ayer lo fueron a buscar temprano, su escolta durmió en la puerta otra vez, ni siquiera amanecía cuando salio. Yo no pienso, ya no quiero hacerlo. Para que ¿no cierto Padre?

Para que me pongo en eso si él solo está haciendo lo que es su deber; como él dice. 

No es que sea tonta, como ellos creen, es solo que no quiero pensar, no quiero llorar más.

Padre ¿de verdad usted cree que existe el cielo? ¿De verdad usted cree todo esa sarta de pendejadas que les dice a sus feligreses?

Perdone Padre porque la verdad yo no creo que usted sea tan pendejo de créelas, me decepcionaría. Así como yo me hago la pendeja cuando me piden que me vaya a traerles otro wiskicito, otra picadita, o como la otra noche Padre, que me mandaron a buscar un número telefónico en el directorio… ¡por Dios! Padre, era menos ofensivo que me hubieran mandado a ver si la marrana puso.

Perdone Padre, es este sofoco de la tarde, que días tan raros, tanto calor en las tardes y tanto frío por las noches; eso debe ser una señal divina o solo el calentamiento global, pero veía la otra noche en uno de esos canales que uno descubre en la soledad, que estos cambios de temperatura acabarán con esta maldición del mundo que somos los seres humanos. Porque somos una porquería, los seres humanos somos una mierda, un virus para el planeta. Padre ¿usted todavía cree que somos hechos a la imagen y semejanza de Dios?

Oiga Padre ¿usted todavía cree?

III


¿Escuchó las noticias?

Para que le cuento más. ¿Será que la gente puede aguantar más el miedo? A veces pienso que el día que escuche un grito de rebeldía en la calle, un solo grito Padre, ese día yo seré capaz de largarme de una vez por todas de esa casa.

Pero le preguntaba si escuchó las noticias… que pesar a la Martica la conocí en el colegio, fuimos compañeras desde la primaria; todavía me acuerdo que fue la primera amiga que tuve, hasta fue su primera novia antes de que me convenciera con sus frases rebuscadas y su risa pegajosa y para que Padre tiene su porte, es lindo por fuera.


Ella me dejó de hablar por él, los domingos cuando por obligación me la topaba en la plaza ella se hacía la que no me veía y yo, por encima de mis acompañantes la miraba con la esperanza de que su rencor se terminara de repente y pudiera acercarme y por fin tener un ser con quien compartir esta soledad; no es que me disguste hablar con usted, pero hay cosas que solo se cuentan entre mujeres.

Padre ¿de qué hablan los hombres en un baño? Porque nosotras si tenemos muchos temas, muchas cosas que hablar en las cuatro paredes de un baño; la otra tarde en un programa de radio estaban llamando a comentar sobre lo que hablamos las mujeres en un baño. 

Me gusta oír radio en las tardes, me acuerdo de mi mamá, ella se pasaba tardes enteras con su radio, yo escuchaba sin atención porque me gustaba encerrarme en mi cuarto a ver televisión o a hablar por teléfono con mis amigas del colegio… Pero ahora me pasó tardes enteras oyendo los programas de variedades o escuchando música, sabe Padre, me gusta la música vieja hasta me he aprendido la letra de un par de canciones, esas canciones que mi papá silbaba mientras trabajaba.

A Martha la encontraron en el botadero, como a los otros dos. En la radio dijeron que era un asesinato por celos. De nuevo Padre, esa es otra ofensa a la inteligencia y es peor que la de la marrana.

Padre ¿Será que algún día la gente deja de sentir tanto miedo y mira por fin lo que todo el mundo ve?

IV

Vea Padre ¿no hay nadie afuera?

Claro que me costó un trabajo impresionante escaparme. Aquí me gusta porque es un lugar donde todo el mundo me ha visto pero nadie espera verme hoy. 

Si, el otro día leía sobre un comandante guerrillero que decía que la mejor manera de esconderse era estar donde todo el mundo lo ve, por eso me vine aquí y espero no le dé más molestias Padre.

Cuantas veces le dije que no sabía qué hacer ¿se acuerda Padre? 

Pero por primera vez en todos estos años supe que hacer, fue como si me iluminara, como esos momentos en las películas en que un ángel se presenta y dice que hacer, por donde ir o que decir, asimismo me sentí.






Creo que de todos los años que viví junto a él esta fue la primera vez que lo miré a los ojos; al menos así, sin miedo, con decisión. No aguanté más.
¿Ahora? Pues Padre que le digo, no sé si hubiera sido mejor apretar el gatillo, eso no debe ser tan difícil. Usted sabe que el que a hierro mata… así dice la Biblia, ¿cierto?

Pero me voy llevándome lo que él más quiso en los últimos dos años.

Sabe Padre, no es venganza, no estoy haciendo como esas viejas que quieren utilizar a un inocente para vengarse de su amante o su marido y terminan haciéndole daño a quien menos tiene la culpa. No, no me quiero vengar de él, quiero más bien dicho, es salvar a mi hijo y de paso salvarme. 






Esta ciudad es grande pero es muy pequeña para esconderme, me tengo que ir lejos, por eso estoy aquí Padre.






Tranquilo Padre no me voy a demorar… pero ¿No ha de querer que me vaya sin que me escuche en confesión?

V

Raro; de todos estos años es la primera vez que vengo a confesarme, la verdad no es que lo crea necesario; pero ya que estoy aquí, frente a usted con esa cara de… perdóneme Padre, pero es que a mí los hombres cobardes me dan repulsión.

Padre ¿Usted cree que él lo va a matar por esconderme?

Tal vez, yo creo que si me quedo lo va a terminar matando, porque a pesar de no ser tan creyente como usted lo espera, solo hay algo que le pido a Dios todos los días desde que supe que estaba embarazada: que mi hijo tenga los mismos ojos verdes que el papá… y allí sí que él lo va a matar Padre, por diosito lindo que lo va a matar.

Por eso es mejor que me vaya lejos, porque usted no ha de querer irse con migo ¿cierto Padre?

25/10/13

AGUSTIN

El aire frio quema los rostros y el viento ruge entre las montañas, las mujeres cortan hojas de frailejón y las reparten entre los hombres para que sean utilizadas como abrigo.

En la mañana el Taitia abrió dos cuyes para leer sus entrañas y todo está a favor, la Michita ha bendecido a los combatientes a pesar de la declaración de excomunión por parte del Obispo traidor en el pulpito el domingo pasado.


Juan Agustín arregla sus aperos los caballos no resisten tanto frio y da la orden de avanzar a paso redoblado, Anganoyes, Genoyes, Jojoas, Pasichanas, Botinas, Pejendinos, Criollos, Chachinoyes, Mocondinos… Soldados por la gracia de Dios, guerrilleros por la gracia de los ejércitos emancipadores.


Bordean los ejidos y avanzan al ritmo del bombo de yegua y las flautas de cáñamo, nadie sabe para quién trabaja, piensa Juan Agustín a la edad en que debería estar sentado en su cuarto pintando, tomando un anís y fumándose un tabaco. Uno de sus lugartenientes lo alcanza al galope para traerle buenas nuevas: Han desocupado la ciudad. Juan Agustín repasa cada uno de sus movimientos, hace muchísimos años en otro lado del mundo otros trescientos hicieron lo mismo, se hicieron fuertes al borde de las escarpadas montañas y vencieron ejércitos invencibles.

El viento rechifla en sus oídos, la muchachada avanza entre la bruma para ponerse a la orden del Comandante. Cada uno trae sus sueños y sus palos, sus lanzas hechas ayer y sus miedos digeridos.


Esto empezó a nombre del Rey, de un señor tan lejano y blanco como Dios y como acto de fe lo defendieron, tras haber sido atacados, saqueados y asesinados los hombres y mujeres de Pasto por Quiteños primero, por Payaneses después y ahora por los ejércitos de un tal Simón Bolívar . Pero ahora la lucha va más allá, al fin y al cabo el Rey es un ser que exista o no les da lo mismo, la lucha ahora es en contra de los dueños de la tierra y del gobierno, los Dones y las Doñas que los han sometido por tres siglos…

Juan Agustín entra a la ciudad seguido por un ejército de desarrapados indios, que se toman las calles como un día de mercado. El “VIVA EL REY”, hoy se ha trasformado en “Viva Agustín, Viva Pasto, Viva el pueblo”. Los comerciantes y hacendados han huido de la ciudad una vez más, el Obispo se esconde en la finca de tierra caliente, el Cabildo ha cerrado sus puertas. Esta noche bebemos y comemos que mañana moriremos, grita el líder guerrillero y desmonta su caballo.

La ciudad se va a dormir con una idea: “Cuando van a entender estos majaderos, que nosotros preferimos un Rey bien lejos, que un Tirano en nuestras tierras”.

23/10/13

MI MAMÁ ME MIMA

I    
Cuando abrió los ojos sintió el mundo dar vueltas alrededor de ella; sitió la boca amarga. Sin volver la mirada recordó como los cortes de una película, lo que pasó la noche anterior y parte de esa madrugada.


De repente la puerta se abrió y frente a ella apareció la figura menuda de su hijo, trató de cubrir su desnudez pero no pudo, las cobijas estaban enredadas en el cuerpo de aquel hombre que roncaba a lado suyo. El niño la miró por un momento y corrió a meterse de nuevo entre las cobijas de su camita. Otra vez lloró en silencio.

Se recostó por un par de horas más. Que había de distinto esta vez si antes lo hizo solo por placer, si en esa misma cama había batallado largas jornadas para sacarse de su alma y de su cuerpo tanto dolor y tanta rabia, si definitivamente: “todos los hombres son iguales, después que consiguen lo que quieren se van”.

Que había de distinto esta vez, si al final esto pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.

No podía sentir remordimiento alguno, esos pesos no le caen mal a nadie y el tipo, bueno el tipo no estaba mal y además la trató como a una reina.



II



Ya entrada la tarde salió con su hijo, casi no cruzaron palabra; le gastó todo lo que pudo comer, le compró un baloncito de carita feliz, un carrito de bomberos… 

La cabeza le duele y cada punzada le hace fruncir el ceño.

Que puede haber de diferente hoy si antes lo hizo por venganza y después por pura gana, al fin y al cabo ella está sola y no tiene que dar explicaciones, no tiene a quien darle razones. 

Lo que hace lo hace por su hijo y por ella, por nadie más, porque es su vida y su cuerpo y ella puede hacer con ello lo que bien le venga en gana. Que puede haber de diferente…


Al finalizar la tarde llega a su casa, pasa por la tienda comprando pan, leche y huevos, los billetes se acabaron pero ella ha descubierto la manera de ganarse unos nuevos.



III


El lunes llega temprano a la Universidad, ha mandado a su hijo al colegio con las últimas monedas que sobraron. Ríe inocente con sus amigos de semestre. Mientras toma un tinto, uno de los profesores que había visto antes, pero del cual no sabe ni su nombre, se le acerca sonriente, la saluda y le dice que un amigo mutuo le mandó saludos y que está interesado también, siente entonces que se le revuelve el estómago y que le sudan las manos, pero finalmente le da el número de su celular, él le dice que el próximo fin de semana y ella asiente con la cabeza mientras toma un gran sorbo de café.


IV


Toda la semana pasó rápidamente, ella no quiere pensar, no hay nada que pensar, su hijo la recibe todas las tardes con un beso, la abraza con fuerza, le dice que la quiere… a veces se sume en largos silencios, se esconde bajo su cama y llora, llora sin consuelo.

Le hace dibujitos con casas de colores, pajaritos, corazones y soles de invierno, la mira desde la esquina de su cuarto y corre de repente a abrazarla. 

A las 5:45 suena su celular, está en clases, por lo cual sale al corredor a recibir la llamada, se pone una cita. 

Llega a su casa con algo de nerviosismo y se arregla y se perfuma para una fiesta. A las 7:35 maquillada y coqueta, pero sobriamente vestida, le sirve una cena preparada con afán a su hijo y le dice que se acueste temprano, que no la espere pues llegará tarde y sale de su casa. El niño corre al piso de arriba, se trepa en la ventana de su cuarto y la mira desaparecer entre un carro rojo.


V

En la madrugada oye que abren la puerta, su madre ha llegado y no está sola, él se estremece y finge dormir. Siente que ella lo mira desde el quicio de la puerta y escucha como habla susurrando con un hombre, oye como se cierra la puerta y siente que quiere morir.

No han pasado diez minutos, salta de la cama y lo piensa una y mil veces, toma aire, quiere gritar, abre la puerta de su cuarto suavemente y en la oscuridad recorre los pocos pasos hasta el cuarto de su madre, siente miedo, empuja suavecito la puerta y se para en medio de la entrada… Su madre desnuda ni siquiera se percata de su presencia en medio de su pasión desenfrenada.

El niño cierra sus ojitos y las lágrimas se escurren por sus mejillas, corre otra vez hasta su cuarto y llora, llora sin consuelo.

Esta vez el hombre se escapa entre las sombras, ella ni siquiera sabe del espectáculo dantesco que su hijo sufre allá en su cuarto, vuelve a la cama y cubre su desnudez con su pijama de flores no sin antes guardar en el cajón del closet los billetes. 

Piensa en medio de sus tragos que no importa, no tiene por qué importar, al fin y al cabo eso pasa con un buen baño y una buena cepillada de su boca.
Jorge Narváez Ceballos

LIBRO PRIMERO


APARICIÓN